NO ENTIENDO LA NOTA

RESPUESTA ENVIADA A UNA FAMILIA AL RESPECTO DE QUE NO ENTIENDEN LA NOTA QUE TIENE SU HIJO:NO ENTIENDO LA NOTA DE MI HIJO

Aclaramos que cualquier parecido de este artículo con la realidad, es pura coincidencia.

Estimado Señor, al respecto de su solicitud de información, de que no entiende la nota que tiene su hijo en la prueba que me menciona, de Física y Química de bachillerato, le comento:

Partiendo que conoce el sistema decimal de unidades y que sabe que el sistema de notas va de cero a 10, siendo cero la más baja y 10 la más alta, soy yo el que no entiende muy bien por qué no entiende la nota de su hijo.

Si a lo que se refiere es a si le puedo aclarar la nota que ha sacado su hijo, le debo decir que la suma de los puntos correspondiente a sus aciertos es la nota que se le ha puesto. Normalmente, y en este aspecto debemos estar de acuerdo, los puntos que se obtienen en una prueba evaluadora son solamente a través de aciertos, no puntuando los errores o las respuestas en blanco o inexistentes, que es lo mismo.

Existen pruebas tipo test en las que los no aciertos descuentan, dado que el evaluador debe ser adecuado y no dejar posibilidad de obtener una nota positiva jugando a la lotería o como dirían los alumnos: “al boleo”. Este sistema de descuento está muy estudiado siendo mayor el descuento en los casos en los que las posibilidades de acertar al boleo es mayor, esto es, cuando hay pocas opciones de respuesta. De ahí que se use el sistema 1:1; 2:1; 3:1, si cada pregunta mal descuenta como lo que suma una pregunta bien; si dos preguntas mal corresponden al descuento de 1 pregunta bien y así sucesivamente.

Si no conoce lo que se indica en los tres párrafos anteriores, le ruego lo lea en profundidad y sólo cuando lo tenga claro, siga leyendo.

Si usted ya conoce lo que se indica en los tres párrafos anteriores y persiste en su pregunta siga leyendo, aunque en ese caso es probable y me temo que estemos en una pregunta de índole mucho más profunda:

Entiendo que se ha llevado una sorpresa por la nota tan baja que tiene su hijo, con lo cual quizás sus expectativas hacia él están elevadas e infundadas, a menos que sencillamente su hijo haya tenido un mal día, no haya estado atento a las explicaciones que se han dado del contenido evaluado o no se haya preparado el contenido lo suficiente, todo lo cual es absolutamente normal, aunque le sugiero que intente reconducir la situación haciendo algo llamativo, como llamarle la atención.

También es posible que haya cometido errores lo suficientemente relevantes como para chafar por completo el resultado correcto de la pregunta, lo cual también es absolutamente normal y frecuente. En ese caso le debe animar a que se tome en serio las pruebas evaluadoras y se fije en lo que está haciendo: debe entonces inculcarle un poco de ambición y competitividad, que en su justa medida nos acercan al éxito. En asignaturas de ciencias en frecuente, que un despiste nos lleve a resultados completamente erróneos. Ese despiste por parte del profesor puede ser interpretado como un error conceptual significativo y debemos estas de acuerdo que en ese caso no puede tener valoración positiva.

Imagino que estamos igualmente de acuerdo, que es importante educar a nuestros hijos en la idea de que en los exámenes, lo mismo que en la vida, los errores se pagan, o si no quiere producir en él una situación de incomodidad emocional, lo puede suavizar diciéndole que los errores suelen tener consecuencias, con lo que hay que intentar no cometerlos.

También cabe otra posibilidad, que desgraciadamente es la más frecuente a partir de la primera década del siglo XXI, según datos extraídos de conversaciones con otros docentes, y que deja entreverse por el modo en que enuncia su pregunta, a saber: “no entiendo la nota que ha sacado mi hijo”.

Al respecto de lo anterior le indico que durante la primera década del siglo XXI, se consolidan en nuestro entorno determinadas transformaciones sociales: precariedad del trabajo, incorporación de la mujer al mundo laboral, disminución del número de hijos por familia, estrés asociado al uso de las nuevas tecnologías por parte de las empresas (que nos mantienen a los que trabajamos en un contacto constante con el trabajo, incluso a los profesores), compromisos económicos derivados de un aumento de la sociedad de consumo…

Al respecto, nosotros, los padres (hago constar que me estoy incluyendo), hemos tenido que delegar en abuelos, tíos, primos y demás familia, así como en empresas especializadas (guarderías, academias y servicios de actividades extraescolares) el cuidado de nuestros hijos.

Esta tutorización delegada (abuelos, guarderías y diferentes empresas) que nos prestan un servicio inestimable, no siempre es educativamente hablando, la más óptima (de esto también hay datos numerosos extraídos de conversaciones con otros padres e incluso con otros docentes), de hecho ya se habla de la intoxicación por abuelos, para referirse a comportamientos caprichosos y mimosos-arbitrarios de nuestros hijos, inmediatamente después de recogerlos de casa de sus abuelos, por ejemplo. Estos comportamientos están documentados en numerosas bibliografías a tal fin. Como decía, esta tutorización delegada no es la más óptima, y nosotros los padres lo sabemos, y por ello nos sentimos significativamente culpables.

Este sentimiento de culpabilidad deriva en un comportamiento de compensación de tiempos y espacios, donde hacemos todo lo posible por subsanar las carencias que sobre nuestros hijos esto ocasiona. Con frecuencia y debido a las transformaciones sociales de la primera década del siglo XXI, estamos tan cansados que no somos capaces de realizar la compensación de tiempos y espacios debida, con lo que de significativamente culpables pasamos a sentirnos absolutamente culpables.

En el proceso anterior, nuestros hijos, para complicar aún más las cosas y en virtud de las nuevas tecnologías, pasan tiempo jugando con tablets, viendo vídeos de you-tubers e instagramers con unas vidas estupendamente pixeladas, o incluso conectados con otros jóvenes en conversaciones enganchantes, sin supervisión de adultos. Esta realidad nueva, según se sospecha, produce en los niños una sensación de que la vida es fácil, ya que no hay censura ni límites por ningún lado: todo lo que le rodea es atractivo, la tutorización delegada está en manos de adultos consentidores de todo tipo de comportamientos, inapropiados incluso. He oído decir incluso a los abuelos de mis hijos: “para educar a los hijos están los padres, no los abuelos”, increíble pero cierto.

En medio de esta realidad: el niño rodeado de abuelos, tíos, monitores de guardería y en ocasiones de sus padres (sujetos mencionados anteriormente con sentimiento de culpabilidad), como en los mejores cuentos, está el OGRO, el profesor, la única figura adulta en todo el escenario que está poniendo límites al niño, a sus comportamientos, reorientando sus conductas sociales, en un entorno absolutamente hostil, la clase, con otros 20 ó 30 ó más niños en la misma situación, haciendo lo que ninguno quiere hacer (aprender) y tener el culo en la silla. Estaremos de acuerdo que a nadie le apetece tener tanto tiempo el culo en la silla; este comportamiento se manifiesta por la desbandada que se observa en los alumnos cuando suena el timbre.

Se observa además que ninguno quiere aprender o atender, por el modo en que intentan ver si les ha llegado algo al móvil, o al smart watch, que con frecuencia, los docentes insensibles, tenemos que solicitar que los silencien y guarden en la mochila, o incluso pedirles que se quiten los auriculares inalámbricos que tan bien se disimulan entre sus pelos largos o las capuchas de sus sudaderas de marca. Esos móviles, smart watches y auriculares inalámbricos que nosotros los padres, con tanto cariño les hemos comprado a nuestros hijos.

En determinados foros ya se está hablando de que si un hijo tiene un móvil mejor que el de sus padres, algo está pasando. Le comento esto, por aportar algún dato de las nuevas tendencias educativas familiares que estamos observando en los centros educativos.

Como consecuencia de todo lo anterior, entiendo que una nota baja sólo pueda ser interpretada como una inadecuación del profesor a la realidad descrita y a la no asunción por parte del docente de las transformaciones sociales que se están sufriendo, ya que es tarde para decirle al muchacho que su nota, su futuro, sus probabilidades de éxito dependen exclusivamente de su trabajo y esfuerzo, porque nosotros los padres, no hemos tenido tiempo de echarles una mano en eso de la madurez, de inculcarle que la vida no es fácil, que todo no es juego, que los you-tubers e instagramers y las series de televisión no son reflejo de la realidad de la vida. Se nos ha ido el tiempo intentando compensarlos por la falta de dedicación.

Yo tuve una infancia desconsolada en la que mis padres no ponían en duda el criterio del profesor y se daba por supuesto, de manera sorprendente, que la nota de una prueba evaluadora era reflejo del mi trabajo realizado y del interés con el que yo he estado atendiendo en clase, de tal forma que entendían que una nota buena era consecuencia de un trabajo adecuado y una nota baja era consecuencia de falta de responsabilidad por mi parte, con lo que sorprendentemente se tomaban medidas correctoras en este segundo caso.

Debo aclararle además, y es posible que me entienda con el siguiente ejemplo: del mismo modo que cuando vemos un partido de fútbol y criticamos al árbitro, al entrenador y a los jugadores y afirmamos sin discusión que se están equivocando y que nosotros lo haríamos mejor, estamos plantando la semilla que ha derivado en su solicitud de información. Los padres, me temo que no sólo se creen capaces de sustituir al árbitro, al entrenador o incluso a los jugadores de su equipo de 1ª división, sino al profesor de primaria, de secundaria o incluso de bachillerato. De momento, en los inicios de esta segunda década del siglo XXI, no se observan datos de padres que se sientan capacitados para sustituir a los profesores de la Universidad… aunque todo llegará, posiblemente antes de lo que pensamos.

Si se ha reído leyendo esta carta, debo felicitarle porque está en la línea correcta y colabora en un aumento de la probabilidad de éxito de su hijo.

Si se ha sentido ofendido con esta carta, le pido disculpas.

En cualquier caso, estoy a su disposición y saludos cordiales.

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