INMIGRACIÓN PATERAS PAPA FRANCISCO
INMIGRACIÓN, PATERAS, CANARIAS, PAPA FRANCISCO:
Estamos en Enero de 2021. No dejan de llegar pateras procedentes del Norte de África a Canarias. Exagerado el número de inmigrantes que llegan a Canarias en pateras… y otros que no consiguen llegar, que se quedan en el camino.
En 2020 han llegado a Canarias 18.400 migrantes procedentes de Marruecos y Senegal.
En la primera quincena de 2021 llegaron otros 1.069.
Un número tan alto de inmigrantes supone un auténtico problema social, con las consiguientes estrategias políticas de unos y de otros.
No sabemos las consecuencias que a medio o largo plazo, esta realidad tenga en la población canaria, que en ocasiones percibe desatención por parte de administraciones superiores, del mismo modo que posiblemente esté generando conflictos de conciencia a nivel individual con el bombardeo de información al respecto, día sí y día tambien.
No podemos olvidar la tragedia humanitaria que implica esta situación, al margen de las opiniones que se van formando, cuando una situación como ésta se introduce en nuestras islas.
Desde un punto de vista cristiano, el problema tiene otras dimensiones. Es por ello por lo que consideramos adecuado recordar lo que al respecto nos comenta el PAPA FRANCISCO en su ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI, publicada el 3 de Octubre de 2020, hace apenas tres meses.
Al margen de movimientos políticos, demográficos, económicos… el Papa nos aporta coherencia y conciencia en este asunto que se entiende perfectamente que esté produciendo desasosiego, cuanto menos, en la población canaria.
Nos vamos a limitar a copiar lo que el Papa, en su encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, indica al respecto, en el capítulo: SIN DIGNIDAD HUMANA EN LAS FRONTERAS:
Empezamos por el último apartado, el 41 de esta encíclica, ya que comentada en clase, notamos que recoge las sensaciones que esta realidad que se está viviendo nos produce.
«Sin dignidad humana en las fronteras
41. Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero también es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros. Invito a ir más allá de esas reacciones primarias, porque «el problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro».
37. Tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes. Al mismo tiempo se argumenta que conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de estas afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se desgarran. Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad»
38. Lamentablemente, otros son «atraídos por la cultura occidental, a veces con expectativas poco realistas que los exponen a grandes desilusiones. Traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles». Los que emigran «tienen que separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso. La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen». Por consiguiente, también «hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra».
39. Para colmo «en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma». Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser «protagonistas de su propio rescate». Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno.
40. «Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo». Pero hoy están afectadas por una «pérdida de ese “sentido de la responsabilidad fraterna”, sobre el que se basa toda sociedad civil». Europa, por ejemplo, corre serios riesgos de ir por esa senda. Sin embargo, «inspirándose en su gran patrimonio cultural y religioso, tiene los instrumentos necesarios para defender la centralidad de la persona humana y encontrar un justo equilibrio entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y, por otra, el de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes».»
CONSIDERAMOS QUE TODO LO ANTERIOR CONSTITUYE UNA DINÁMICA QUE REFUERZA LA COMPETENCIA CIUDADANA.
Al texto íntegro de la ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI, se puede acceder a través del siguiente enlace:
RELACIONADO CON EL PERFIL DE SALIDA DEL ALUMNADO DE LOS INSTITUTOS DIOCESANOS
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