SI YO FUERA PROFESORA DE RELIGIÓN… Y NO CREYENTE…
Si yo fuera profesora de Religión y no fuera creyente… sería difícil impartir una asignatura en la que no creo. Tendría que hacer un trabajo interior grande.
En primer lugar, tendría que ser una buena profesora, madura, salir de mí y saber valorar la riqueza que tiene la espiritualidad en la persona.
Tendría que reconocer en el otro el valor de lo religioso y respetarlo… no lo voy a ridiculizar. Si fuera atea, no creo en Dios, pero debo valorar lo que el otro cree. Como atea no puedo transmitir desde la fe, pero soy tan delicada con el otro que lo escucho e intento ver la coherencia en su vida y en su testimonio.
Aunque no fuera creyente, reconozco lo religioso como un valor y tengo una espiritualidad que me ayuda a salir de mí y ponerme en el lugar del otro. Si yo, siendo profesora de religión puedo hacerlo, tú como alumno ateo, mi otro, seguro que tambien puedes hacerlo.
Aunque no fuera creyente, y aunque algunos de los alumnos que tengo en clase de religión tampoco lo fueran, no habría mayor problema. El momentito de la clase de religión sería una clase de espiritualidad, de reflexión en cuestiones “elevadas”, un espacio (de los que tenemos pocos actualmente) para interiorizar dialogando a través de lo que nos cuentan los que antes que nosotros se han ocupado de estas cuestiones trascendentes.
Para colmo, la figura de Jesús y la de su Madre, no tiene nada de negativo en lo que a “humanidad” se refiere, al contrario, todo nos iría mejor si ellos fueran los grandes influencers del momento, incluso al margen de lo puramente religioso.
Pepi Viera y Alberto Pérez
RELACIONADO CON EL PERFIL DE SALIDA DEL ALUMNADO DE LOS INSTITUTOS DIOCESANOS
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